¿Piensas que los limites de velocidad son apropiados?

Una pequeña experiencia ajena...

04 septiembre 2009
Por: Sebastián Bernal Franco

Llaves en ON, embrague presionado, moto en neutro y ¡¡¡poom!!! Los 115 centímetros cúbicos de cilindraje de la RX de Jaime se encienden al accionar el hierro que sobresale a la derecha de su moto junto con el acelerador. Después de su dueño haberla consentido desde tempranas horas de la mañana haciéndole “gallitos”; enciende su motor, enfurecida, lista para probar el asfalto hirviendo, de esta caliente ciudad.
Jaime pide que me consiga un casco; la felizmente pavimentada avenida del Pollo nos esperaba; yo vuelvo rápidamente con un casco señoritero que desatina con el estilo criminal que se les atribuye a este tipo de motos en nuestra ciudad. Recibo el chaleco, y me digo: ¡arrancó esto!; en pocos minutos llegamos a la autopista que ardía en calor y que con ansia esperaba probar el caucho desgastado de las llantas de esta YAMAHA RX 115, moto perfecta para hacer piques, y también perfectamente perseguida por las autoridades pereiranas, ya que sobre esta marca recaen varios o tal vez muchos de los homicidios de la capital risaraldense, pues el registro indica 478 muertes en 2007; cifra realmente escandalosa que tiene preocupados a los altos mandatarios. La avenida es ideal, sin semáforos, sin huecos y sin mucho tránsito.
Es domingo en la mañana, día en el que Jaime prueba su moto para en la noche asistir religiosamente a las carreras clandestinas que se realizan en el sector de la Villa, alrededor del famoso obelisco, el cual quedó justo en el centro de una glorieta, ideal curva para acelerar a fondo y dar rienda suelta a una emoción con olor a gasolina corriente y caucho quemado; estas carreras en el último año han obtenido prestigio y reconocimiento por parte de los motorizados, y es que la cifrade asistentes va en crecimiento, “un día de muy buena asistencia se ven alrededor de 500 motos” -comenta Jaime-; al igual que las motocicletas en nuestra ciudad, que han aumentado proporcionalmente con el público que se conglomera en estos eventos, y es que según estadísticas de la secretaria de tránsito, 35 mil motocicletas se registraron en 2007 en todo el departamento, se pasó de 19.656 motos en 2001 a 38.311 en 2007, solo en el municipio de Pereira.
Los piques se ven asediados por las constantes apariciones de la fuerza pública y las autoridades de tránsito, a estos últimos los han puesto a trabajar mucho en el nuevo mandato; el del alcalde Israel Londoño; ya que para nuestro mandatario el tema de la movilidad es la segunda mayor preocupación después del desempleo, por encima de la educación y la salud, así que no se le haga extraño verlos en manada por la carrera cuarta acechando carnada.
Paradójicamente es la fuerza pública la que le pone el picante y hace que la adrenalina hierva a más grados de temperatura y el corazón palpite entre los asistentes y moto velocistas, que esperan a cuatro ojos la aparición de algún uniformado para encender sus motos y salir volando.
Ya en el asfalto la prueba comienza, Jaime se vale de su pericia al volante para traspasar a cualquier mula, buseta, camión que se ponga enfrente suyo, yo, atrás con esa sensación de miedo y felicidad no hago más que quedarme inmóvil, y sentir el viento que me golpeaba la cara y me aturdía los oídos; en vía libre, Jaime acelera a fondo y se encorva pretendiendo cortar el viento y como él lo dice hacer que la moto despegue y alcance su máxima velocidad, yo sigo atrás apaciguado viendo como el tablero marca 110 kilómetros por hora.

En menos de 20 minutos llegamos al cruce entre la avenida del Pollo y el sector de MERCASA, donde junto con otros motociclistas emprendimos la huida hacia el sector de Cerritos, no huíamos más que de nuestros miedos, esquivando carros y curveando llegamos rápidamente al sector de cerritos. Descansamos un rato entre el olor a piña fermentada, y todavía con el rostro inmóvil y con un leve cosquilleo por todo el cuerpo culpa del fuerte viento; emprendimos de nuevo la huida, la vuelta se me hizo un poco más relajada, tal vez el efecto de la chicha había opacado mis miedos, o tal vez Jaime había bajado revoluciones.
Las carreras clandestinas en nuestra ciudad atrapan a miles de jóvenes como Jaime que seducidos por el olor a gasolina y adrenalina buscan escapar de la cotidianidad de la ciudad y de los gota a gota que les cobran a diario el préstamo que les hicieron para hacerse a sus motos; muchos de estos jóvenes coinciden en que los piques se siguen realizando por la falta de un espacio adecuado para ellos poder realizar su deporte. En la ciudad hay tres clubes reconocidos pero no están constituidos como una liga, lo que los hace carecer de apoyo por parte del estado o de entidades privadas.
Contento de estar vivo, con adrenalina corriendo por mis venas, y con la sonrisa marcada en mi rostro agradezco a Jaime por tan espeluznante travesía. Jaime seguirá realizando su ritual motorizado todos los fines de semana, tal vez con la esperanza de algún día poder practicarlo sin el asedio de la autoridad y con la motivación de hacerlo cada vez mejor, de superar sus propias marcas y sus propios obstáculos, así es como vive Jaime, a 110 Km/h. por hora, llevándole el paso a la ciudad de la prisa.
Tomado de: archivo PDF

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